domingo, 25 de abril de 2010

Juan Mellwig, primer párroco de Puerto Octay


En marzo de 1859 llegaron al naciente Puerto Montt los primeros misioneros de la Compañía de Jesús. En efecto, el pedido del señor Obispo de Ancud, Fray Francisco de Paula Solar, encontró acogida en el Padre General, procediendo a enviar a los tres primeros religiosos de la Compañía a esas regiones del sur de Chile. La región no era absolutamente desconocida para los jesuitas, toda vez que en el siglo anterior muchos misioneros trabajaron en Chiloé, llegando incluso hasta el Golfo de Penas en sus largos viajes de misión.

La llegada de los jesuitas coincidió con la fundación de Puerto Varas, para ser más exactos con “Puerto Chico”

En 1893 siendo Obispo Diocesano Mons. Agustín Lucero, y viendo la importancia que adquiría la villa de Puerto Varas, decidió crear la Parroquia de esa ciudad, designando al mismo tiempo como titular al P. Juan Mellwig S. J. Este buen padre, empero conocía ya toda la región que rodea al lago Llanquihue, pues desde 1885 había escogido como centro de sus actividades misioneras la localidad de Puerto Varas para atender con mayor eficiencia a sus queridos feligreses. Más aun, su celo apostólico fue un importante aporte para que en cooperación con los vecinos, se pudieran levantar las capillas de San Estanislao y San Javier en la Fábrica y Puerto Rosales, respectivamente (1875), además de la capilla en honor de la Virgen del Carmen en Línea Nueva. Pero anterior es la iglesia de Puerto Varas: había sido levantada en 1870; poseía dos sobrias torres y estaba ubicada en la actual plaza.

El P. Mellwig había nacido en 1845; sus padres fueron don José Mellwig y doña Carolina Hanrad, habitantes de Scherfede, Westfalia.

Realizó sus primeros estudios en Warburg, pueblo vecino de Paderborn. Concluidos éstos, el 29 de septiembre de 1868 ingresó a la Compañía de Jesús en Friedrichsburg, cerca de Munster, donde era Superior y maestro de novicios el célebre Padre Oswald. Concluido el noviciado, sirvió como enfermero en la guerra de 1870 – 1871, entre Francia y Alemania. Como el gobierno alemán pagó con el destierro a muchos de sus fieles servidores, nuestro padre tuvo que pasar a Ditton may y Porticus, Inglaterra, donde estudió dos años de retórica, tres años de filosofía y después la teología. Se ordenó de sacerdote el 18 de septiembre de 1880, desde Europa y concluida su tercera Probación se trasladó al sur de Chile. Junto con el P Humberto Duffels se embarcaron en el puerto de Liverpool directamente a Puerto Montt, ciudad a la que arribaron el 19 de octubre de 1881, después de seis semanas de tranquila navegación.

La llagada de ambos causó sorpresa y alegría entre los jesuitas de Puerto Montt; la comunicación anunciando su arribo con posterioridad a la llegada de los viajeros.
Aquí trabajó en ministerios parroquiales y en las misiones por las provincias de Chiloé y Llanquihue. Por poco tiempo se ocupó como educador en la escuela “San José” (después colegio San Francisco Javier). Cuando se erigió la Parroquia de Puerto Varas en 1893, Mellwig Sirvió de Párroco desde el 1 de febrero de 1894 hasta 1902. Durante ese lapso hizo levantar las capillas de Frutillar, puerto Rosales, El Volcán, Nueva Braunau (Santa Rosa), Santa María, Colegial San Juan y San José, Paraguay Chico en 1902. La labor de este padre fue múltiple pues permanentemente se encontraba visitando a sus feligreses esparcidos alrededor del lago. Testimonio elocuente de aquel servicio son esas capillas que ayudó a levantar en todos los lugares donde vivía un grupo de colonos.


En 1902 le sucedió otro gran misionero, el p. Guillermo Sander s.j.

En 1903 fue destinado al Colegio de Puerto Montt con el cargo de Ministro de la comunidad. Pero ahí estuvo poco tiempo. Cuando se erigió la Parroquia de Puerto Octay arregló sus maletas y se trasladó para allá, haciéndose cargo de esta nueva sede parroquial el 1 de mayo de 1904. Ciertamente que lo primero que realizó este buen servidor de la iglesia fue construir un templo y una casa parroquial.

Constantemente Dios le tiene a los hombres reservadas algunas sorpresas: en 1907 la iglesia y la casa parroquial fueron arrasadas por un incendio en pocos minutos. Nuestro párroco no se amargo y con la cooperación de los vecinos pudo levantar ambas construcciones en menos de dos años. Pero eso no fue todo: también construyó una escuela con internado para chicos y un externado para niñas, dirigido por las hermanas de la Inmaculada Concepción. Como no había un hospital y se hacía cada vez más necesario, entre todos se esforzaron y lograron uno pequeño, pero que les dio tranquilidad. Las mismas religiosas de la Inmaculada se hicieron cargo de él.
Todas estas obras procedían de un gran corazón lleno de caridad, y de una energía y voluntad inquebrantable como buen westfaliano. Una de sus máximas favoritas era: “Cuando se interesa la gloria de Dios y de la Iglesia, nunca hay que ceder, siempre adelante”. En diversas ocasiones el Rector del Colegio de Puerto Montt lo convidó para que se fuera al colegio, unos días al menos para reponerse y atender a su delicada salud, más el santo varón respondía siempre: “¿cómo dejar mis trincheras, cómo abandonar a mis queridos actaenses? Esto Padre, es imposible. Renuncio al cómodo aposento y agasajos en Puerto Montt; déjeme morir en mi querido Puerto Octay”.

El 24 de marzo de 1928, el Padre Eterno llamó a este buen misionero jesuita. En el funeral un feligrés expresó: “todo lo que es Octay, lo debe al padre Mellwig”. El señor habrá recompensado sus méritos e incontables sacrificios.

Bibliografía: Eduardo Tampe, S.J. En la huella de San Ignacio. Semblanzas de Jesuitas en Chile.

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